Fort Myers Beach
Cual niños ansiosos esperamos estas vacaciones, salimos el 1 de septiembre como si quisiéramos atrapar el tiempo y ser los primeros en llegar. Devoramos el camino a través de los Everglades, asustadizos en ocasiones pensando que estábamos violando el hábitat natural de los cocodrilos. Lo esplendoroso del panorama acortó el tiempo, Claude Monet y Edouard Manet podrían haber superado con creces sus pinturas impresionistas si hubieran disfrutado de este paisaje.
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Gaviotas en el mar |
A las 3 pm arribamos al hotel
Gullwing y casi acogidos en alas de gaviotas nos sentimos transportados hasta la habitación 805. A todos nos sorprendió gratamente la vista al mar, el cual a veces sereno y a ratos proceloso se mostraba ante nosotros y donde bandos de gaviotas revoloteaban y pelícanos hambrientos se hacían de sus presas. Me conmovió percibir la alegría de Ne y Er al contemplar, desde su cuarto, la majestuosidad de la playa con su blanca arena... Es un lugar que atrapa, que te seduce, que te cautiva y te invita a repetir visita de manera adictiva. Los empleados son solícitos, bondadosos y gentiles, de manera que todo aquí conspira para que respires a perfección, amor y excelencia. Cuando te alejas del balcón y piensas que vas a perder la vista, tienes la imagen de la bahía en toda su extensión. Y entonces
otra vez el mar...
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Desde la ventana |
Nos deslumbraron los rayos multicolores de las puestas de sol, los reflejos luminosos del plenilunio y la paz de los amaneceres. Fue muy estimulante recibir la visita de Jose, Dessi y Nikola que trajeron consigo ese mensaje de una amistad que se fortifica con el tiempo.
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Atardecer |
De los lugares visitados nos acogió estupendamente el restaurante
Junkanoo a orillas del mar, que en un susurro, nos convidaba a quedarnos. El restaurante griego
Plaka, a escasos pasos del muelle, nos permitió disfrutar de unas sabrosas baklavas.
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Un pedacito de Grecia |
Por primera vez en mi vida, un poco con miedo, probé un sushi en el restaurant
Zuchi zuchi. Todas estas visitas por restaurantes con comidas de diferentes situaciones geográficas, me produjo la ilusión de, como viajero inmóvil, haber recorrido innumerables países.
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Mi esposa con un sushi de Salmón |
Fue emocionante la visita a la reserva natural de
Matanzas Pass Preserve, cuyo nombre evoca la tierra donde nací. Allí disfrutamos de una vegetación exuberante... todas las plantas exóticas han sido removidas y se dejaron solo las nativas para mejor conservación. Serán inolvidables los paseos en bicicleta de más de 7 kilómetros donde yo con aire atlético pude llegar a la meta.
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Matanzas Pass Preserve |
Recordaré las cenas preparadas por mi esposa con tanto amor y sabor, servidas en el balcón de los sueños. Y qué decir del olor de los BBQ preparados por Erlis a orillas de la piscina. Estarán siempre conmigo los momentos de los encuentros de tenis donde Nélida y yo tratábamos de estar a la altura de los más jóvenes, recordando a nuestro Alfred Jr. pues es su deporte favorito. Me impresionó también asistir al cine local para ver
Boyhood, una película cuya trama te conmueve y donde paralelamente se disfruta de una cena pues es un cine/bistró. Resultó atractivo y emocionante ver alejarse en el mar a Ne y Er navegando en veloces jet skis hacia una corona de delfines.
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Aventura de Ne y Er |
Como colofón el día de mi cumple almorzamos en
Flippers on the Bay, un lugar que estimula todos los sentidos, desde la vista hasta el gusto y para colmo después de tanta belleza y buena comida, esa complicidad del clima siempre a favor con ese sol radiante y ese murmullo del mar que acaricia tus oídos. La felicitación de Anne y Adri, así como la de otras amistades constituyeron un eslabón más de regocijo.
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Flippers on the Bay |
Aquí, recordé a
Rabindranath Tagore cuando dijo: "Las nubes no vienen a mi vida como presagio de lluvia, sino para dar color a los atardeceres". Por eso permítanme un mensaje sibilino: si quieres disfrutar de un ambiente paradisíaco en un clima excepcional debes intentar venir a este lugar de maravillas.
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Hasta pronto... |
A nosotros ya siempre nos quedará el recuerdo de Fort Myers Beach como expresión de una estancia, que ya se antoja ser, sempiternamente memorable.